Carta de Navidad


Otra vez el mismo rollo. La Navidad. Calles heladas iluminadas por seductoras tiendas. Familias enteras preparando cenas. Regalos y primos, uvas y fiestas… Pero ya no tienes ocho años, y no puedes evitar hacerte preguntas. Ya no te estremece la mágica mañana de los regalos, las conversaciones de siempre alrededor de la misma mesa de siempre… ¿Qué sentido tiene todo esto?

Te paseas por los pasillos del instituto pendiente de la mirada de tus amigas, de la sonrisa de aquel chico, tras otra decepción –éste es el bueno: ¡has visto qué ojos!-, te paseas y subes escaleras y bajas al patio y meriendas y ya no te atreves a ser tú misma, ya nunca te atreverás a ser tú misma, porque… ¿qué dirán mis amigas? ¿Y los chicos? No, claro que no, no puedo ser tan tonta: hay que fumar, beber, salir, ligar, volver a ligar, crecer, pasar de todo…

Y tú también te paseas por las aulas, más perdido que una moto en una biblioteca… Tú también sueñas, cada tarde en el entreno, cada noche en la almohada, y el golazo que meterás, y el cochazo que te comprarás con el dinero que ganarás… o robarás, porque tú tampoco te atreves a ser tú mismo. Nunca más, porque, ¿qué dirían los colegas? Lo bueno es soltar palabrotas –cómo mola la cara que ponen los adultos-, fumar porros, y que te castiguen y castiguen y castiguen más y más -qué tío más enrollado soy- y hacerte el duro: yo paso de esta tía…

De acuerdo: pasa de todo. Pero ten cuidado, porque si sigues leyendo cambiarás. Porque los milagros existen, y yo creo en ti. En ti. Y en ti.

Piensa una cosa: todo este rollo de la Navidad se centra en UN BEBÉ. Un pequeño ser humano insignificante. No me importa si eres cristiano o no, si tienes fe o no. Me trae sin cuidado. Pero quisiera que te fijaras en el bebé, aunque sea un segundo, y vivieras la primera Navidad con sentido de tu vida…

Todo lo profundo, emocionante y hermoso de la vida empieza por lo más pequeño. Todos hemos sido bebés. Todos hemos sido niños y niñas, todos hemos jugado con cuatro cosas sin valor alguno, todos hemos conocido la felicidad de la amistad, de la vida sin complicaciones. No podrás cambiar el mundo, pero podrás cambiar el mundo en ti. Si prestas atención a los pequeños detalles, te convertirás en la persona que sueñas ser, irradiarás luz a tu alrededor, sin pensarlo y sin quererlo. Empieza por sonreír. Con todas tus fuerzas. Sonríe a la persona que tienes al lado en el bus, a tu abuela, a tu padre, a tu hermana. Sonríe con toda tu ternura al chico de la clase del que todos se burlan. Y a la chica un poco gordita en la que nadie se fija. Dale un abrazo, cógela en tus brazos, dile que la quieres y que quieres ser su amiga…

¿Por qué no ser diferente? ¿No dices que eres una rebelde? Pues adelante… Pero no te engañes: contestar con tacos, mandar a paseo a todo el mundo, poner mala cara, insultar al que se cruza en tu camino… es lo más típico del mundo. No es nada original. Como tú ha habido millones antes incluso de que nacieras. La historia se repite una y otra vez.

Nelson Mandela acaba de morir. ¿Por qué crees que todas las televisiones del mundo hablan de él sin parar? Pues precisamente porque no fue como los demás. No insultó, no se vengó, no pegó, no golpeó, no traicionó ni fue un borracho ni un vago ni menos aún un pasota. Luchó por sus hermanos de raza hasta pasar 27 años en la cárcel… ¿te imaginas pasar 27 años en una celda como el tercio de nuestra aula? ¿Y crees que al salir se vengó de los blancos? Los perdonó con todo su corazón, toda su alma y todas sus fuerzas… El 99,9% de los seres humanos no son capaces de perdonar una pequeña ofensa, cuanto menos una grave… Aunque claro, no se habla tanto de ellos, y no dejan ninguna huella de su paso por el mundo.

Amigo. Amiga… ¿Eres capaz de perdonar? ¿Eres capaz de pasar por alto una broma aunque sea un poco pesada? Pruébalo un día, y luego me cuentas: No te ofendas, no tengas tanto amor propio, no te lo tomes tan en serio, olvida el incidente, y cuando vuelvas a sonreír a aquella persona como si nada hubiera sucedido, te aseguro que serás la persona más radiante del planeta Tierra. Ya sé que es difícil, y que no te crees capaz. No te rindas: nada es imposible.

Cuida los pequeños detalles. Las mejores amistades, las mejores historias de amor empiezan por cositas sin importancia, complicidades sin explicación, palabras sin sentido, miradas sin intención… El problema viene cuando todo se vuelve importante, cargado de sentido, trascendental, demasiado serio…

Por ello, si te sientes triste, si te han abandonado, si nadie te comprende ni tú tampoco comprendes a nadie, ni a tus pobres padres ni a tus profes, ni a tus compañeros ni a ti mismo siquiera, ni a ti misma…

Entonces vuelve a lo pequeño, a lo más pequeño, y piensa en el bebé: tiene hambre, dale tu amistad; tiene sed, dale tu confianza; tiene frío, dale tu amor. No le importa si no crees en él. Es un bebé. Solo te necesita. Olvídate de tus problemas, piensa en los demás. En el extranjero de tu clase que no sabe decir ni hola, en la inmigrante que se siente sola, en tu viejo abuelo perdido en el hospital… Contesta al móvil cuando tu amiga necesite cariño, ayuda a tu madre a poner la mesa, saca al perro… Transforma estas vacaciones en una fiesta de verdad. La fiesta del amor verdadero.

Feliz Navidad.
Jaime Homar

1 comentario:

Anónimo dijo...

bonitas palabras felices fiestas para vosotros

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