Carta a los Elkos: The Mystic Hope

THE MYSTIC HOPE

Otoño de 1991

Era una tarde lluviosa de noviembre cuando Rodri y yo salimos de clase con una sola idea en la cabeza: desconectar. Había días demasiado intensos en el Liceo Francés de Barcelona, días en que la presión de los profesores se volvía pesada. Era el último curso, los exámenes finales se nos presentaban a cada rato disfrazados de amenaza, y no resultaba fácil evadirse de tanta exigencia académica. Nadie hablaba de otra cosa que no fuera futuro, carreras, universidades. Le dije a Rodri que me iba al trastero; me refugiaba allí aunque no hubiera ensayo, me sentaba a la batería o en cualquier ampli, y meditaba. Solo eso. Andaba escribiendo una letra, un poco rara, le comenté a mi compañero mientras él me decía: voy contigo

Al llegar al trastero oímos la guitarra, ese sonido a base de Flanger, Reverb y Delay marca de la banda. Hola, Bengi. Apenas levantó la cabeza. Hey ¿qué tal? Y retomó el arpegio. Rodri se sentó. Me quedé de pie, encendí el micro y el ampli de voz, busqué en la mochila el cuaderno de Lite, rasgué una de esas hojas cuadriculadas a la moda francesa, se la pasé a Rodri y la leyó con interés. No eran muchos versos, unos diez, no había terminado esa letra, él parecía muy concentrado cuando arrancó a reír con esa expresión tan contagiosa que acababa siempre en carcajada. Me enseñó el verso con el dedo: For once in my life, nothing's going to stop me. Sus ojos brillaban, su inteligencia siempre encontraba el lado cómico de las cosas. La adolescencia es una edad imposible para cualquiera, una travesía en mitad de la tormenta, pero en mi caso ya no era tormenta sino huracán o tsunami, decir que nada me iba a detener era tan absurdo... él sabía que no solo nada sino todo me detendría, en qué andaba pensando. Me devolvió la letra y me pidió que la cantara. Ostras, es que apenas hemos probado un par de ideas. Dale, Jaime, no me importa, solo necesito que la cantes

Cuando dibujé aquella melodía sobre las notas de la guitarra, se produjo algo único, no sabría describirlo mejor que como la complicidad de tres corazones perdidos aunque unidos por el rock. Rodri asintió con la cabeza cuando alcé los ojos hacia él. Me comentó: justo el tipo decanciones que me gusta escuchar; oye, lo de antes era de coña, la letra mola, además ya sabes que soy ateo, pero me flipa que los creyentes sean valientes, me ha encantado, tío.

Bengi sonrió allá en el fondo mientras guardaba la Stratocaster en su funda negra. Basta de música, maldita sea, nos moríamos de hambre: era hora de merendar.

Verano de 2023

Yo no sé muy bien cómo pude despertarme hace un par de meses con las notas de la guitarra en la mente, esas mismas notas que se habían perdido, aquella canción que nunca se terminó: dos semanas después de aquella tarde en el trastero sucumbimos a la presión de los adultos, The Mystic Hope dejó de existir, quedaron siete canciones y esos diez versos sueltos, nunca la grabamos ni nada. Llamé a los tres productores de ELKO, les dije que recordaba el arpegio, que lo podía reproducir cantando en un audio de Whatsapp. Bengi lo reconoció al instante: no puede ser, esa era la guitarra exacta... ¿pero quieres que la complete con algo más? La letra es muy breve, no la terminé a los 17 años, acuérdate... Pues no la termines ahora tampoco, Jaime, no creo que la vida sea cuestión de cerrar nada, deja la letra tal como estaba, así la puerta queda abierta, no un círculo que se cierra sino una espiral que avanza, a trompicones puede ser, pero avanza a pesar de todo.

Nos preparamos a conciencia para recuperar esas canciones, más de tres décadas después. El último día de las sesiones de estudio fue el día que grabé aquellos versos inconclusos. Nadie imagina lo que sentí. Tenía la voz rota después de tantos días, y se nota. Intenté transformar el canto en algo profundo. Traté de alcanzar las notas más altas con la misma sensación que tengo siempre de que no voy a llegar. Y cuando entoné esos versos: For once in my life, nothing's going to stop me, volvió a suceder: vi la sonrisa abierta en el rostro de Rodri, a Bengi en el fondo muy concentrado, reviví mi ingenuidad juvenil al escribir aquellos versos irrealizables: la vida pasa, la vida sigue y, caramba, no hay manera de que resulte más sencilla, sigue tan compleja, seguro que mis amigos y yo nos volveríamos a reír a carcajadas... Aunque nada impida soñar.

Qué fuerte que en ambas circunstancias, la tarde en el trastero y la sesión de voz tres décadas más tarde, esas fueran las últimas palabras que cantara, como si el tiempo jugara con nosotros para hacernos ver que su transcurso solo es lineal para quienes no escuchan bien su cadencia. El tiempo es lo más alucinante que uno pueda meditar. El tiempo viene y va, regresa y escapa, se marcha y vuelve a casa, lo mismo que el río y la cascada, como las olas del mar.

Here I go

Let us talk

Here I go

Let us run

Here I go

Let us climb up

For once in my life

Nothing's going to stop me


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